Cara a cara

En la recta final de su mandato, el presidente Luis Arce Catacora no parece tener sosiego y se aventura a lanzar afirmaciones sin mayor sustento. Como las referidas a que el Estado Plurinacional está en riesgo y que “mucha gente no quiere la democracia.” Ni el avance de la construcción de un país en paz y en tranquilidad. En vez de elucubrar mensajes poco reflexivos e incluso agoreros, el jefe de Estado debería concentrar sus mayores esfuerzos en calmar las aguas en vez de agitarlas. Es preciso que así sea para que nadie saque los pies del plato y él pueda cerrar de la mejor manera, sin sobresaltos mayores, una gestión marcada por una prolongada y dura crisis. Una crisis que, entre otras cosas, acentuó su empecinamiento en mantener un ‘modelo’ económico agotado y desechar de plano propuestas de cambio formuladas por distintos e influyentes sectores de la vida nacional.
Como lo hizo ayer desde la Casa Grande del Pueblo hablando de democracia, Arce Catacora no ha aquilatado, en su justa medida, cuánto costó en Bolivia rescatarla de regímenes dictatoriales. Ni que en su ejercicio, durante poco más de cuatro décadas, se sucedieron los gobiernos elegidos por voluntad popular, -el suyo incluido-, expresada a través del voto. Es lo que volverá a suceder en las elecciones generales de agosto próximo. El recientemente desaparecido Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, dejó por sentado que “una democracia imperfecta es infinitamente superior a una dictadura.” Y eso los bolivianos lo tienen bien asumido y valoran en sumo grado.


