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Los cruceños van frustrados al mercado; comer un churrasco está más difícil

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Por los bloqueos hay sobreoferta de tomate que se está vendiendo en Bs 4 y Bs 5 el kilo / Foto: Ricardo Montero

Ante la pérdida del poder adquisitivo apelan a estrategias domésticas como comer huevo en vez de carne para reemplazar la proteína. Una familia de 5 personas debe gastar el 11% de un salario mínimo nacional solo en comprar pan.

Fecha publicación: 08/06/2025 - 07:00
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Por Remberto Hurtado

 

Vanessa Camacho es una ama de casa que regularmente hace sus compras en el Abasto. Su testimonio grafica a la perfección lo que ocurre en los mercados de Santa Cruz. Asegura que antes de la crisis, Bs 300 le duraban para dos semanas de compras básicas para su familia de cuatro integrantes. Ahora, con la misma cantidad de dinero, solo le alcanza para cuatro o cinco días, es decir, está comprando solo un 40% de lo que podía antes. 

La regularidad de sus compras también ha cambiado, pasando de quincenal a semanal y solo para adquirir lo mínimo necesario, nada de darse un gustito. 

Los fines de semana con la familia o amigos reunidos en torno a un churrasco quedaron para el recuerdo. Helmi Milad, de origen árabe, radicado más de 20 años en Santa Cruz, relata que antes eran comues actividades sociales donde se comía churrascos y parrilladas, pero ahora pasaron a ser muy raras o inexistentes, debido al alto precio de la carne. Comprar solo 2 kg de carne puede costar Bs 120, equivalente casi a lo que una persona gana en un día. Hoy, poder comer un churrasco implica tener que ahorrar por días para invitar a alguien.

Un recorrido por los mercados Abasto y Los Pozos desnudó que los precios de los productos de primera necesidad se siguen incrementado, el poder adquisitivo de las familias continúa apretándose drásticamente y los pequeños negocios luchan constantemente para mantenerse a flote.

Otra ama de casa, que prefirió mantener su nombre en reserva, dijo que habitualmente hace sus compras en el mercado Abasto, y que antes, con Bs 200 cubría las compras para la semana, pero ahora esa cantidad no alcanza y se necesitan al menos Bs 1.000 para comprar lo mismo, lamentando que sus Bs 500 con los que sale de casa para abastecerse, “ya no valen nada”.

 

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Esenciales de la mesa cruceña

Alicia Galarza está alarmada con los precios altos, en especial de cinco productos: aceite, arroz, carne de res, pan y queso, alimentos de primera necesidad que registran un aumento considerable. 

El precio de la carne de primera está en Bs 58 kilo, cuando antes estaba en Bs 40, aunque se espera que estos días, debido al levantamiento del veto a la exportación, los precios bajen un par de bolivianos. El arroz, otro esencial de las mesas cruceñas, se vende entre Bs 12 y 14, cuando antes se lo encontraba en Bs 7 el kilo. Y el aceite, un insumo sin el que los cocineros no pueden estar, se vendía antes hasta en Bs 10 el litro a granel, pero ahora no baja de Bs 14. En cuanto al queso, se vendía en Bs 25 el kilo, mientras que ahora en Bs 40.

Las amas de casa afirman también que el fideo y la harina de trigo están más caros y una opción para llenar el estómago con menos costo son las frutas, verduras y legumbres.

Los productos que más se han incrementado son los más necesarios para el hogar. El pan, un artículo indispensable que se consume en el desayuno y a la hora del café, ha duplicado su precio, pasando de costar 50 centavos a Bs 1. 

Una familia de padre y madre con tres hijos requiere Bs 10 solo para comer pan dos veces al día, lo que significa que deberá invertir Bs 300 solo para el pan del mes, cuando un salario mínimo nacional es de Bs 2.750, lo que implica que esa familia invertirá el 11% del ingreso de un progenitor solamente para consumir el pan nuestro de cada día.

 

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Caída del  negocio de comida 

Sonia Rojas, comerciante del rubro de alimentos, menciona que los condimentos como el comino y la pimienta han triplicado su precio, y que una arroba de ajo ha pasado de costar entre Bs 280 y 300 (antes de la crisis) a Bs 480. Insumos como la manteca han subido de Bs 180 a Bs 570 la lata, y la mantequilla pasó de Bs 150 a casi Bs 400 por el balde. El quintal de arroz que antes costaba poco más de Bs 100, ahora está entre Bs 400 y Bs 600. “Con ese incremento es más difícil que la gente nos compre”, afirma.  

El alto costo de la carne, especialmente la de res, ha llevado a familias y negocios a modificar sus hábitos de consumo y sus menús. La carne de res se ha convertido en un “producto de lujo”, dice Jaqueline, otra comerciante que revela que sus clientes están comprando más huevo para reemplazar la proteína de la carne. 

Milad, que al principio de esta nota echa de menos los churrascos, tiene una pequeña pensión y revela con preocupación que sus costos de producción de comida se han disparado. Ha optado por cambiar drásticamente el uso de carne de res. Antes la requería para el 50% de sus platos y ahora solo la ocupa en un 20%. La ha reemplazado por carne de pollo y cerdo, ya que están menos caras. La cantidad de sus comensales disminuyó un 30%.

 

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Los venteros también sufren 

Vendedores de estos mercados como Jaqueline y Sonia reportan un impacto negativo severo en sus negocios, con una disminución notable en las ventas y la afluencia de clientes en comparación a hace dos años.  

Y no solo eso, la gente ha subido el tono de su enfado. Los ánimos están caldeados, más cuando un comprador comprueba que el precio de hoy por un mismo producto ya no es el mismo de ayer. La inestabilidad de los precios con la tendencia siempre a subir y nunca a bajar los tiene con ‘los pelos de punta’.

Jacqueline es vendedora de legumbres y verduras desde hace más de 10 años, señala que antes “se vendía bien y la mercadería llegaba en cantidad y más barata”, pero ahora llega poca cantidad, cara y a veces no tan buena. Los clientes ya no compran en cantidad (quintales o arrobas) sino “lo que van a usar al día” o en cantidades mucho menores. 

Por ejemplo, un cliente que antes compraba tres arrobas de papa ahora compra una y media o una arroba, es decir, la mitad o un tercio de lo anterior. Algunos negocios, especialmente los de comida, han tenido que cerrar debido al alto costo de insumos como el aceite, la carne, el pollo, la papa y la cebolla. La falta de diésel y el encarecimiento de los insumos en general son la causa. 

El margen de ganancia de los vendedores ha disminuido considerablemente, en algunos casos, estiman una reducción de un 20% a 40% menos de ingresos por la crisis. A pesar de que compran más caro a sus proveedores, encuentran difícil trasladar todo el aumento a los precios de venta porque la demanda ha bajado drásticamente.

Los vendedores, además, reciben reclamos constantes de los clientes por los precios altos, aunque ellos mismos están comprando a precios elevados. Sonia Rojas, vendedora de quesos y lácteos hace ya más de 20 años, señala que ahora la ganancia “ya no existe”, solo alcanza para “medio comer y sobrevivir”.

Justifica que el aumento del precio del queso y otros productos lácteos está directamente relacionado con el incremento en el costo del alimento para el ganado. Esto afecta a los productores (como los menonitas que hacen queso), quienes deben subir sus precios a los vendedores. 

Además, la calidad del queso ha cambiado. A veces se entrega menos seco (más cuajada) porque los productores intentan maximizar su rendimiento para cubrir costos, lo que dificulta la venta y la ganancia para los vendedores. 

El precio del queso ha pasado de Bs 20 o Bs 24 a Bs 40 el kilo, lo que es prácticamente el doble. Esta situación ha llevado a que muchas personas ya no puedan comprar un kilo y pidan cantidades muy pequeñas, como “5 pesitos” (menos de un cuarto de kilo), a lo cual los vendedores acceden y lo hacen por “humanidad”, a pesar de la dificultad, ya que “se ve bastante la necesidad”. 

Con todos estos testimonios no es difícil entender que el castigado es el ciudadano y su estómago, pues el queso está presente prácticamente en todas las masitas típicas que acostumbra servir en su mesa. Sonso, empanada de queso, tamal, cuñapé y pan de arroz, están cada vez menos presente en el día a día.

Los vendedores se acostumbraron a que la gente les eche la culpa a ellos, pero explican que es una cadena de costos que viene desde la producción.

 

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¿A quién culpa la gente?

Las causas de esta crisis, según los entrevistados, son diversas. Se menciona el cambio del dólar paralelo como un factor clave que ha afectado la economía. La escasez de combustible, principalmente de diésel, también es señalada, porque incide negativamente en el transporte de productos del campo a los mercados, causando retrasos, pérdidas por descomposición de las verduras y legumbres, por lo tanto, mayores costos para los productores y transportistas.  

Algunos también creen que los mejores productos agrícolas son exportados a Argentina y Perú, donde pagan más, dejando menos cantidad y menor calidad para el mercado local, lo que contribuye a la escasez. 

El sentimiento generalizado entre consumidores y vendedores es de incertidumbre y dificultad. Helmi Milad menciona que él y otros emprendedores pequeños no pueden subir precios a sus clientes porque la gente tampoco tiene dinero, y están usando sus ahorros de años pasados para mantener el negocio y a sus trabajadores.

Muchos depositan sus esperanzas en las próximas elecciones, anhelando un “cambio radical en la economía”, aunque reconocen que la solución no va a ser a corto plazo, pero necesitan una “luz al final del túnel”. 

¿Cómo están haciendo para no ahogarse con los bolsillos vacíos? Trabajando el doble, buscando empleos adicionales “para que alcance el sustento de vida”. 

Lo que escasea por bloqueos

Debido a los bloqueos de carreteras de origen político, no están llegando alimentos que se traen  desde Cochabamba como cebolla verde, zanahoria, papa, quirquiña y hierva buena.

Mientras que hay sobreoferta de productos locales que no pueden llevarse al occidente por los bloqueos que se masificaron desde el lunes. Se ve tomate y yuca por montón.  El primero se está vendiendo en Bs 4 y Bs 5 el kilo y la arroba de yuca está en Bs 35.
La actividad en el mercado ha disminuido notablemente, se ve menos compradores, incluso los fines de semana, que antes eran los días de mayor movimiento. Hay gente que “ya no piensa ni en salir a comer”, solo en “cocinar, trabajar y a dormir”.
 

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